Instruyendo el corazón de tus hijos - Inspira
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Instruyendo el corazón de tus hijos

Soy madre. En mi corazón está inmersa la necesidad de guiar a mis hijos en un camino que sea “el más correcto posible”. Me la paso levantando algo de desorden, colocando las cosas en su lugar, revisando tareas, abriendo la bandeja de correos del colegio y revisando cuadernos. Es parte de la etapa de vida y de la dinámica de tener tres hijos en edades completamente diferentes.

Ser madre de una universitaria, un adolescente y una niña es todo un reto. Cuando me preguntan, ¿Cómo haces? En realidad, no sé qué contestar. No sé si sea algo que haga por mis fuerzas. No tengo una fórmula para “lograrlo”. Algunas cosas me salen de maravilla, pero, en otras, realmente me siento en pañales. La realidad es que trato de arreglármelas de la mejor manera posible. Aun así, creo que si como madres pudiéramos hacer solo una cosa bien, esa sería sin duda instruir el corazón de nuestros hijos. Su corazón es tal vez el elemento más delicado y frágil que nos es entregado como madres.

Las fracturas se sanan, las heridas cicatrizan, las raspaduras se desvanecen con los días, pero ¿Cuánto tarda en recuperarse un corazón que ha sido dañado? Es imposible en nuestra humanidad creer que jamás le haremos daño a nuestros hijos. Nuestra presencia ausente, la indiferencia, la hiperexigencia, y hasta el cansancio nos llevan a hacer o decir cosas que jamás quisimos, ¿Por qué? Usualmente, la respuesta se halla en una madre que desea que sus hijos se porten bien, pero deja de lado algo más profundo; Su corazón.

Entonces, ¿Cuál es el enfoque correcto? Sin duda necesitamos reconocer nuestras limitaciones, pero no podemos encariñarnos con la idea de que lo que importa es criar niños felices. No podemos creernos tal mentira. Necesitamos criar niños con un corazón recto y eso no siempre trae felicidad. Necesitamos dejar ir nuestra necesidad de criar niños “aparentemente” bien educados para abrazar la verdad de que, el buen comportamiento debe ser el resultado de un corazón que ama a Dios y lo reconoce en sus caminos.

Cuando instruyo a mis hijos me quiero asegurar de que vean las pisadas de Jesús, no las mías. Deseo que vean mi fragilidad al tiempo que confío en que mi provisión para amarlos mejor viene de Dios y no de mis fuerzas porque, a veces, no tengo suficientes y aun así debo continuar. No hay botón de pausa para la maternidad. Una vez las dos rayitas aparecen en la prueba casera, empieza una aventura de vida. Somos madres para siempre.

Mi invitación para ti es a que empieces a ejercitar la capacidad de pasar de la corrección (necesaria en un primer momento) a la instrucción (vital para la vida). Una madre que no ora, que no tiene tiempo para estar a solas con Dios, estará muy poco dotada para enfrentar las crisis que conlleva cada edad. Nuestra sabiduría humana no es suficiente. Necesitamos relación, conexión y revelación de Dios para ejercer este rol.

Pasar a la instrucción implica hacer más preguntas, cuestionarte acerca de las motivaciones que tienen tus hijos para hacer lo que hacen y dirigirlos a la verdad. Esa verdad que solo se halla en las escrituras. Si jamás has leído una Biblia, te recomiendo empezar por el libro de Proverbios. Posee un lenguaje sencillo y al tiempo da consejos sabios para la vida y la maternidad. Crea un tiempo de oración con tus hijos antes de ir a la cama. Recuerda que ellos aprenderán más de lo que te ven hacer que de lo que te oyen decir.

 

Con amor,

 

Liliana Escalante.

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